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2. JUSTIFICACIÓN
«La furia con que el mundo actual busca el placer prueba que carece de él»
Ángel Ganivet.
Hoy día, con nuestro estilo de vida, somos cada vez más exigentes con nosotros mismos. Esto nos genera un ritmo acelerado y el estrés se acaba apoderando poco a poco de nuestras vidas. Cualquier tarea/acción que realizamos en nuestro día la mecanizamos, no hay un razonamiento previo ante las experiencias, no hay un goce. Olvidamos si éstas nos llegan a estimular con algún tipo de emoción o satisfacción en su transcurso o en su final y el porqué. «Nuestra sociedad es una fuente constante de estrés que ha llevado a un aumento de los trastornos de ansiedad»(Cabanyes, 2012). Refiriéndose a la sociedad occidental que lidia con un estrés constante, que incrementa esto en una disfunción social y argumentando la importancia que tiene para el ser humano el profundizar en los placeres.
Estamos perdiendo la esencia como ser humano, omitiendo las experiencias que se encuentran en el goce de la vida, pues estamos más atentos a exhibir el momento que a experimentarlo. «Vivimos tiem- pos de reivindicación continua del deber del gozo. De un placer asociado únicamente a la posesión, al consumo. Nos han hecho creer, y hemos caído como pardillos, que nuestra capacidad para acumu- lar bienes de consumo es el indicativo de nuestro nivel de felicidad»(Tasso, 2009:35). En las imágenes de Edward Hopper, genio de las escenas congeladas de momentos precisos, las imágenes cotidianas se transforman en momentos únicos en el tiempo. Artistas como Damian Loeb también hacen referen- cia en su trabajo sobre los no lugares a esa visión que enmarca aspectos cotidianos que, en una vida ajetreada, jamás nos pararíamos a contemplar. Congela situaciones que convierten la realidad banal en imágenes bucólicas que nos transportan y nos transmiten sentimientos encontrados. No compren- demos la repercusión que tiene vivenciar experiencias reales y ser conscientes de ellas. Acabamos necesitando que nos muestren imágenes los diferentes medios de expresión para estimular nuestros deseos, acabando entonces por buscar placeres en las simples reproducciones, que llegan (a veces) a no generar ningún tipo de gratificación ni a corto ni a largo plazo, negando la satisfacción natural que se encuentra en estas experiencias al realizarlas por nosotros mismos. Nos cuestionamos entonces: ¿Por qué no me siento satisfecho cuando se supone que esta experiencia debería aplacar mis necesi- dades más placenteras?
El ser humano, durante su existencia, se enfrenta a la búsqueda de la felicidad como fin superior, encontrándose siempre en una espiral de emociones contradictorias: felicidad, desdicha y un estado donde encontramos el conformismo de las emociones, un lugar estable y controlado. Michel Onfray ataca al hedonismo abiertamente en una entrevista advirtiendo que:
«(...)Se cree que el hedonista es aquel que hace elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor... Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, y disfrutar jubilosamente de la existencia: oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enojado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigos y no como adversa- rios» (Onfray, 2001).
Manifestando que se tiene que ser y no poseer modifica el comportamiento: mantener ante la vida una presencia real, vivir el presente, disfrutar de los estímulos que ofrece cada momento como oler, gustar, oír ... sin reprimir las pasiones ni emociones.
Retrocediendo en el tiempo encontramos, en la época Griega clásica una doctrina filosófica llamada Hedonismo, del griego Hedoné (placer). Esta doctrina se basaba en la búsqueda del placer y la supre- sión del dolor y de las angustias como objetivo o razón de ser de la vida.
Aristipo de Cirene (435-350 a.C.) propugnó que el placer es el bien superior, siendo este un fin en sí mismo y no un medio para algo más. Por tanto, la felicidad consiste en satisfacer todos los placeres de manera inmediata. En definitiva, la mejor opción es la que reporte más placer.
Alcanzar la felicidad es una meta impuesta por nosotros mismos, que como meta llega a ser inalcan- zable porque las emociones están en continuo movimiento. Esta inalcanzabilidad conlleva una frus- tración en su transcurso si no comprendemos la importancia de estar acorde con nuestras emociones, es decir, si no dejas que tus emociones experimenten todo aquello perceptible de un momento sin ser reprimidas. De ser así se torna una tarea contraproducente. «Ya que todas las sensaciones son per- cepciones del cuerpo. Si el cuerpo de una persona no responde al medio la persona no siente nada» (Lowen, 1994:55). Este proceso entra en contacto con una serie de elementos que permiten lograr un objetivo marcado desde la experiencia placentera, efímera y pasajera, que hace posible que este proceso se transforme en un movimiento ascendente que va directo a encontrarse con la felicidad, alternándose momentáneamente con ese estado.
Si os estáis cuestionando que hay multitud de maneras de percibir y experimentar el placer, es cierto. Cada tipo de placer que se experimenta es único, no se puede comparar unos con otros. John Stuart (1984) contempla en su libro el Utilitarismo la distinción de tipos de placeres en la cual el placer no se mide para todos igual. Sostiene que cada uno debe descubrir, elegir, satisfacer, buscar sus placeres tanto individual como colectivamente para realizarse como personas, planteando el placer como algo cualitativo y no cuantitativo. ¿Cómo asignar entonces valor a cada placer que se experimenta? La ma- nera más racional es preguntándose cuánto placer se obtiene al realizar dicha acción, enfocándose en el placer y no en el esfuerzo que conlleva tenerlo. Pero esto no es tan simple, no se puede disfrutar de los placeres sin saber qué son, ya que nuestro mundo está lleno de ellos en forma de riquezas, olores, momentos, relaciones, energías, vistas... Nos hemos acostumbrado a ignorarlas, porque siempre están ahí, (Gervilla, 2003: 98-114).
En esta investigación nos centraremos, no divagando demasiado, en ese placer que pasa desapercibi- do, en el cual no reparamos y damos por sentado. Aquel con el que queremos succionar cada acción que realizamos en el día a día: el placer de la cotidianidad.
Encontrando una corriente filosófica que contemplaban otras formas de placer, más allá de la satisfac- ción inmediata, sensual y efímera. Asentían en la búsqueda de un placer mas reflexivo, mas cercano al placer que demanda esta investigación, que es detenerse a valorar cada decisión, contemplar cada momento único que nos rodea, para observar las consecuencias que podrían llegar a tener cada ac- ción, dependiendo del camino en las que las dirigimos, eligiendo aquello que fuese beneficioso y satisfactorio, para uno mismo y el colectivo, a medio y largo plazo. «Los seres humanos son motivados únicamente por el deseo de obtener placer y evitar el dolor» (Bentham, 1789).
Bentham fue el primero en iniciar este movimiento llamado el utilitarismo, que sitúa a la utilidad como principio de la moral; el hombre busca placer y evita el dolor. Por eso el placer es parte de la búsqueda de felicidad. Bentham suele aparece relacionado con el hedonismo, ya que considera que las acciones morales son aquellas que maximizan el placer y minimizan el dolor.
Sin embargo, no encontramos que la supresión del dolor no sea la percepción del placer. Lacan habla del placer comprendiendo este como experiencia placentera a sentir algo agradable, contrario a lo desagradable, siendo el placer entendido como algo vinculado a la excitación, incluso al dolor. Plan- teando una relación entre placer y dolor, entiende que sin la combinación de ambos no sería posible su comprensión y percepción. Comprenderemos que la ausencia de dolor no nos lleva a sentir placer, entendiendo que no podrían coexistir la una sin la otra. John Locke fundamentó que todas las pasiones se encuentran en el placer y el dolor, y que las causas que lo producen se encuentran dentro de noso- tros mismos: cuerpo y mente. Son ideas simples que tienen su base en la experiencia y la percepción de lo bueno y lo malo (Lasalle Ruíz, 2001). Encontramos una simbiosis con la artista performance Marina Abramovic, que lleva su arte a los límites entre lo psíquico y lo corporal, donde en sus experi- mentos muestra sus miedos y nos hace partícipes dentro de la experiencia. Abramovic se abre camino a descubrir un método mediante el arte perfomático, haciendo a la gente más libre de sus pasiones.
Entendemos que existe un afán del ser humano por encontrarse a sí mismo y sentirse libre. Alcanzar la felicidad es una meta que por consiguiente conlleva una constante búsqueda del placer, compartiendo con Spinoza la idea de que el hombre y la mujer son dependientes, sometidos a la naturaleza del pla- cer, pero no al vicio ni al pecado. No existe una idea del bien o del mal, sino que cualquier cosa que favorezca la tendencia a preservar el propio ser nos producirá placer y este satisfará nuestros deseos.
No se trata de suprimir una distinción sino de encontrar una razón a las relaciones, diferenciando estos dos conceptos: deseo y placer. Para Deleuze el deseo no es una determinación “real natural” ni “espontánea”, siendo el poder una afección del deseo, afirmando que el deseo es quien estimula y determina los objetivos para conseguir placer, siento esto lo que le parece principal. En el ensayo Deseo y Placer, Deleuze contrapone el pensamiento que tiene Foucault ante la idea de deseo y placer; «...no puedo soportar la palabra deseo; no puede evitar pensar o vivir qué deseo es igual a falta. Lo que yo llamo placer es quizá lo que usted entiende por deseo...» (1995:13). Deleuze, al contrario, inci- de en que el deseo no implica ninguna falta. No le otorga valor positivo al placer, ya que este proceso se encuentra, según él, al lado de los estratos y de la organización. Sin embargo, encuentra en el placer el medio perfecto o fin para que una persona se recupere de un proceso que le desborda o reprime.
Entendidas estas dos posturas, extraemos los pensamientos que más adecuan con las ideas que pre- tende transmitir este trabajo. Pensando que la palabra deseo, o la acción desear algo, es, como bien dice Foucault, la falta de algo, por consiguiente el placer es un medio para sentirse bien ante cualquier estímulo del exterior, siendo consecuencia de la eliminación de la tensión no desgradable.
El placer por consiguiente es un medio para sentirse bien ante cualquier estimulo del exterior, siendo consecuencia de la eliminación de la tensión desagradable.Por consiguiente: ¿Cómo concibe la sociedad occidental esta noción del placer?
Vivimos en un contexto de moral contradictoria respecto al placer. Por una parte, nos seducen cons- tantemente con una cantidad ingente de imágenes que estimulan nuestra percepción del placer. Un placer condicionado por situaciones de que es una vida placentera. «En la sociedad occidental, la mente subconsciente del individuo es a menudo objeto de una serie de influencias pesadas, a través de medios de entretenimiento especial» (Evans, 2012). Somos bombardeados constantemente por imá- genes que nos suscitan el desear lo que no tenemos, para que luego nos limiten o no encontremos las herramientas necesarias para alcanzarlas. Este proceso acaba en frustración, viniendo tras de sí un sen- timiento de culpa o rechazo a los anuncios de televisión, cartelería, revistas, fotografías, películas....
Donde el detonante de cualquier trama es alcanzar una vida plena, se nos satisfacen una necesidades que nos han sido marcadas sobre el placer: tener éxito una buena figura, encontrar el amor deseado, viajar, sucumbir a los placeres carnales, arriesgar, comprar el mejor coche, la mejor casa... «La música, las películas y la televisión crean un profundo efecto en el subconsciente de la mente humana que influye y determina las decisiones que van a hacer por lo menos a cierto grado» (Jaiziki, 2012).
Uno de los referentes contemporáneos cineasta en los que se basa esta investigación, por su modo de tratar las imágenes y su narrativa, por sus ojos que nos incitan a que la vida está en el placer de las pequeñas cosas, es Jean-Pierre Jeunet. De su trabajo en el cortometraje cabe destacar Foutaises (1989), donde nos muestra de una forma cómica lo que a su protagonista y le gusta y las cosas que odia. Dentro del largometraje deslumbra Delicatessen (1991), por su asfixiante estética que traslada a la pantalla un universo singular y original. Pero si hay una película que resume hacia dónde gira esta investigación, es la película que le llevó a la fama, Le Fabuleux Destin d’Amelie Poulain (2001). Con esta obra fílmica supo tratar las imágenes con una delicadeza y sutilidad que consiguen transportarnos a momentos donde el placer visual hace que experimentemos cada sensación que se produce dentro de ella.
Rozando el límite opuesto, nos embelesa Jan Svankmajer en Los conspiradores del placer (1996) con sus grotescas imágenes. Se nos presenta una serie de personajes aparantemente normales ante los ojos del público, que se van tornando hacia lo perverso para satisfacer sus instintos anteponiendo cualquier obstáculo que les impida llegar a su fin: el placer. Svankmajer intenta mostrar el aspecto de la persona y los límites a los que llega uno para poder complacer los instintos, convirtiéndose esto en la práctica en una lucha o un mal superior.
Rondando sobre la idea anterior sobre la no experimentación del placer, encontramos un estudio rea- lizado por la Organización Británica Arise en 2006 que demostró que más del 41% de los británicos no disfrutaban de los placeres cotidianos por la sensación de culpa al no cumplir con los objetivos marcados, el estrés asociado a esta disfunción detona daños crónicos que dañan el sistema y provocan depresión. «Como antídoto a esto se contrapone el placer, que genera un tipo de hormonas y neu- rotransmisores que contribuyen a alcanzar el bienestar de nuestro cuerpo y nuestra mente» (Moore, 2006).
Entonces es cierto: el ritmo de vida moderno exige que vivamos con prisa, comamos rápido, estemos estresados y nos llevemos decenas de tareas pendientes a la cama. Hay cosas que no podemos cam- biar, pero ¿por qué no empezar a apreciar esos instantes valiosos que damos por sentado?
Es necesario entonces que cada individuo se marque sus propios objetivos y sus propias experiencias placenteras, percepciones momentáneas de una satisfacción que se desvanece y se hace necesaria con la implantación de otro nuevo objetivo. Alexander Lowen advierte en su libro La experiencia del placer que permanecemos en un estado continuo de emergencia. Esa constancia de superación y cumplimiento de los objetivos sociales sumergen a las personas a vivir para producir, sin dejar espacio para disfrutar de los placeres cotidianos debido a esa sensación de culpa, lo que deriva en un estado continuo de estrés por no poder cumplir todos los objetivos que nos vamos marcando en el día a día (Lowen, 1994:243).
Sosteniendo que existe un interés social frente a las experiencias del goce, las emociones y el plan- teamiento del placer, esta investigación llega a ser necesaria al plantear una iniciativa donde se cree un movimiento colaborativo, cuyo objetivo sea crear un muestrario de qué son los placeres cotidianos para cada persona. Compartirlos es un acto de ilustrar lo privado para que éste se vuelva público, na- ciendo así un modo de enseñanza y aprendizaje colectivo que crea una comunidad donde el puente hacia la felicidad de cada ser humano es la habilidad de apreciar cada instante.
Ante esto, pretendemos con esta investigación indagar tanto en los placeres cotidianos personales de la propia investigadora como del colectivo, ayudándonos de la imagen visual para mostrarlas, con- templarlas y unificarlas para encontrar en estas experiencias las raíces que suscitan la obtención del placer cotidiano. Se obtiene una respuesta final de todo esto con las conclusiones que se obtengan empíricamente tras realizar un estudio que sustraiga de ellas el placer que aboga esta pesquisa: el pla- cer cotidiano, el aprendizaje y superación de estas nuevas experiencias.
Bataille (2007) plantea que el placer humano sería aberrante si su naturaleza no le llevara a una supe- ración. ¿Superación de qué? Bataille entiende que el placer significa la superación de nuestros propios límites a través de la transgresión. La ausencia de esfuerzo como obtención de placer, el encontrar placer en la propia experiencia. Una de las contradicciones en la sociedad del bienestar es infravalorar cualquier acción de esfuerzo sin entender que de éstas alcanzamos múltiples formas de obtención del placer.
Todo esto hace que replanteemos la importancia que tienen las experiencias placenteras en la vida cotidiana, en la que el placer tiene un efecto cuantificable en la salud del ser humano que lo hace necesario e imprescindible. El placer es el antídoto de esta sociedad, que vive en continuo estrés, habiéndose acomodado o negado las necesidades intrínsecas. Se hace pues necesario el cultivo de una disposición al placer, dejando que las emociones se guíen por aquello que fascina o enamora, la riqueza de un instante. (Arnaud, 2009)
Mostrar, mover y compartir las experiencias del placer individual.
Se trata de un interés continuo, encontrándose en una cantidad de autores, ensayistas y artistas en general que reclaman el placer como medio en sí mismo y no como un fin. «Disfrutar de todos los placeres es insensato; evitarlos, insensible» (Plutarco, 50-125).
Lo que es realmente placer no lo es, manipulamos aspectos de la vida cotidiana para ensalzarlos y dar nuevos conceptos y sentidos en el transcurso de esta. Pero si el placer es diferente para cada individuo, ¿cómo podemos llegar a generalizarlo? ¿Cómo se puede llegar a saber qué es realmente el placer? ¿Po- dríamos llegar a apreciar los placeres de las simples cosas a partir de un aprendizaje contemplativo al visualizar los placeres personales de cada individuo? Si para uno contemplar la puesta de sol llega a ser una experiencia extraordinaria y placentera, ¿por qué para otros llega a causar indiferencia?
Llegados a este punto final entramos en un debate interior donde mostrar, compartir, mover y aprender de los placeres individuales de cada individuo se convierte en el eje que estimula el motor de esta investigación y acercamiento de los placeres al colectivo social. Todos sabemos que el placer es el resultado de la satisfacción de necesidades, «(...) no es necesario divertirse o ser feliz para experimen- tar placer. Se puede sentir placer en las circunstancia más comunes de la vida, ya que el placer es un modo de ser» (Lowen, 1994:26). Reivindicando cada momento personal como placentero.
Se reivindica cada momento personal como placentero, demandando que cada experiencia es única, aunque sea repetitiva, monótona y dentro de lo que conlleva una vida. La cotidianidad nunca es la misma, ya que el ser humano es un ser cambiante siempre en movimiento emocional y psíquico.
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