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«Un enfoque creativo de la vida implica respuestas nuevas e imaginativas a las numerosas situaciones que una persona enfrenta cotidianamente» (Lowen, 1994:242)

«Para quienes viven con placer y dejan que sus emociones experimenten todo aquello perceptible de un momento, sin ser reprimidas.» (Macarena, 2015)

El placer y yo surge como intento de supervivencia a momentos que, emocionalmente en un tiempo, no encontraba ninguna razón por la que agradecer ni disfrutar.

 

     Fue a partir de la vivencia bucólica de una apartada casa, en conjunto de una amornía y boheimidad de convivencia espontánea. La experimentación y repetición de unos días sin restricciones, horarios ni dogmas... Hacían que los días transcurrieran con una devoción a la simpleza y gratitud de los momentos. No existían los porqués, el qué hacer, ni el aburrimiento gratuito que solemos experimentar en el día a día, ya que no nos preocupaba. Cualquier acción o movimiento se convertía en placer... Todo era la primera vez.

 

     Cada día desayunábamos por primera vez, no importaba la hora, el Sol nos hacía adivinar cual era el momento exacto del desayuno. Aglutinábamos una mesa llena de manjares; pan tostado, batíamos tomates, aguacates y todo lo que tuviera un gran color y aroma. Bebíamos té, café , batido y zumo. Bailábmos al son de la misma cación cada mañana y esto es lo que lo hacía especial. Inventábamos cada momento y lo repetíamos una y otra vez. 

Y no nos cansábamos de hacerlo.

 

     Después de cada desayuno, subíamos a los tejados, porque aunque fuera invierno, existía un sol radiante y caluroso que nos hacía quitarnos la ropa para absorber su placer. Podían pasar horas, minutos o segundos... Daba igual. No teníamos relojes, ni móviles por aquel entonces, porque las emociones y las ganas de ¿Qué me apetece hacer? Eran suficientes. 

 

     Al terminar este ritual pasábamos el rato hablando sobre las grandes excursiones que íbamos a inventar, o adónde ir... Mientras planeábamos el gran día, leíamos poesía, cantábamos, creábamos juegos, reíamos, contemplábamos películas, había amor.

 

     Notar cómo se apagaba el Sol, no era doloroso...

Esta vivencia, efímera y placentera, me hizo replantearme muchas de las acciones que realizaba en mi día a día. Sólo existía el trabajar, el aburrimiento y el descansar para volvera repetirlo una y otra vez, sin pasión ni placer.

 

Así surgió la idea de esta investiagación: mostrar los placeres de la cotidianidad, con la idea de transmitir y difundir los placeres.

 

Aprender de ellos.

 

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